Old Firm: Más que un partido de fútbol

El recorrido de un partido histórico

Van 42 minutos del segundo tiempo y James Forrest anotó el 2 a 1 para Celtic. Enojado por el marcador y notando que les quedaba poco tiempo para empatar, Ryan Kent, capitán de Rangers, vio que Scott Brown se escondió la pelota en la espalda mientras ríe haciéndose el desentendido. No sabe en ese momento que lo que está por hacer, no le servirá ni a él ni a su equipo. Qué importa ya. Reducido a su enojo, Kent cerró el puño y le conectó un recto de izquierda en la cara a Brown que enseguida cayó al piso.

Minutos antes, cuando el partido estaba empatado, Alfredo Morelos vio la tarjeta roja por meterle un codazo al mismo jugador del Celtic, que al parecer, esa tarde salió a la cancha con la intención de provocar a sus rivales. Después con el golpe de Kent, sumado al triunfo de su equipo, su plan concluyó a la perfección.

Ese fue el último episodio de violencia en el derby escocés. Una rivalidad que se identifica más por el odio sectario que por el fútbol. Una enemistad que arrancó a partir de la religión y la política. Lo que empezó hace cientos de años, luego se manifestó (y lo sigue haciendo) en una cancha. Este partido se lo conoce con el nombre de Old Firm.

El primer partido fue en 1888 y terminó 0 a 0. El siguiente, también. O sea, que tuvieron que jugar un tercer partido para que haya un ganador. La gente, molesta porque tenía que volver a pagar una entrada, se dio cuenta de la viveza que había entre los que manejaban a los equipos. Por esa intención recaudadora que se percibió, al partido se lo denominó como La Vieja Empresa, es decir, Old Firm.

Por un lado están los católicos, los hinchas de Celtic, descendientes de inmigrantes irlandeses que al llegar a Escocia encontraron refugio en el club que había sido fundado por un sacerdote que lo ideó con ese propósito. Tiene una masiva convocatoria, con banderas con consignas separatistas, con alusiones al IRA y por eso el escudo es un trébol, que representa la Irlanda católica. En cada enfrentamiento, en sus tribunas se flamea la bandera irlandesa.

Enfrente están los hinchas de Rangers. Fundado por un grupo de protestantes, la historia cuenta que la intención de crear este club fue simplemente para dar la contra a la llegada de irlandeses y católicos. Nativos escoceses, en cada encuentro flamean la bandera de la Union Jack, por su apoyo a la unificación de la República de Irlanda y a la Corona Británica.
En 1989, el Rangers quiso asegurarse que sus hinchas se mantuvieran fieles a sus creencias. Había una Ley No Escrita que ordenó “no contratar católicos”. Pero si las reglas están para romperse, acá no hubo una excepción por increíble que fuera: Mo Johnston quedó en la historia por ser el primer católico en pasar de Celtic a Rangers. Este cambio de vereda generó el repudio de los hinchas de Celtic, obviamente. Pero los Gers no se quedaron atrás, tampoco estaban de acuerdo con sumar al futbolista con pasado en su rival y devoto al catolicismo.

El capítulo más triste de este enfrentamiento fue en 1971, lo que se conoció como El Desastre de Ibrox: el partido iba 0 a 0 hasta que en el minuto 89 Jimmy Johnstone convirtió el gol para Celtic. La bronca de los hinchas de Rangers hizo que se retiraran de la cancha hasta que Colin Stein empató el marcador. Enseguida esos fanáticos que se estaban yendo volvieron, aglomerándose entre la muchedumbre de la tribuna lo que generó una avalancha que dejó 66 muertos y más de 200 heridos.
Esta tragedia dio lugar a una remodelación del estadio de Ibrox. El presidente del club Willie Wadell, viajó hacia Alemania precisamente para visitar estadios y buscar inspiración para llevar a cabo el proyecto: Ibrox se convirtió en un estadio con capacidad para 50.000 personas. En el 2001, Rangers inauguró un monumento con los nombres de cada uno de los hinchas muertos en el incidente.

Un enfrentamiento que tuvo una pausa de años cuando Rangers se presentó en bancarrota en el 2012 y tuvo que bajar hasta la cuarta categoría, una desgracia celebrada por los hinchas de Celtic. Hoy, en el fútbol grande de Escocia, siguen siendo la rivalidad más picante de Gran Bretaña, en el que la pasión por la camiseta tiene un trasfondo político y religioso.

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