Rafael Gutiérrez se marcha del Poder Judicial de Santa Fe dejando su marca hasta cuando su influencia declina. Su fornida personalidad política, esa aparente vela incombustible, perdió la batalla por la permanencia. Pero una habilidad para la negociación muy singular, admirable a veces, le permite asegurarse el resultado que quería como esos jugadores veteranos que perdieron fuerzas pero si están cerca del arquero para guardarla les sobra oficio.
Maxi Pullaro encaró este último mes del año con una maniobra pinzada para que los dos ministros que superan los 75 años, renuncien a la Corte en 2026 si no quieren una incesante guerra de desgaste. Primero Roberto Falistocco y después Rafael Gutiérrez hicieron público esta semana, tras casi dos años de asedio, que finalmente se irán.
Pero Gutiérrez -25 años en su cargo, arquitecto central del poder corporativo del campo judicial, peronista declarado y factor de la gobernabilidad santafesina-se marchará como presidente del máximo tribunal. Sabedor de que no le queda artillería para compensar el fuego granado permanente del gobernador -que amplió el tribunal superior a siete miembros y se aseguró la mayoría- aceptó desensillar. Pero con esa destreza de elegancia limitada pero bien práctica negoció hacia adentro que se apeará como lo que fue en un cuarto de siglo. Se irá como jefe. Consiguió cuatro votos sobre siete para ser presidente. Finalmente dos ministros que no tienen que ver con su estilo, a cambio de ciertas líneas de acción, aceptaron votarlo. Terminó electo ayer por seis votos favorables y con la sola abstención de Jorge Baclini.
Lo que se armó fue una negociación que con el mandato venidero del saliente Gutiérrez moderó para todos una conflictividad agotadora y cada parte se siente ganadora.
El principal es Pullaro que conquista una playa asombrosa: en solo tres años como gobernador habrá renovado el 80 por ciento de la Corte Suprema con nombres postulados por él. En un año tendrá tres más para impulsar. El quiere uno procedente de la magistratura, un abogado y un político. Se entusiasma para el primer estamento con el juez federal de Reconquista Aldo Alurralde. Por el segundo suena Adriana Pierpaoli, presidenta del Instituto de Derecho Administrativo del Colegio de Abogados de Rosario, alineada con el dirigente radical Julián Galdeano. Por el campo político el aludido es Diego Maciel, el actual secretario administrativo de la Cámara de Senadores provincial y hombre de confianza de Felipe Michlig.
También ganan los ministros que se muestran como más distantes a Gutiérrez porque, dicen ellos, le ofrecen una presidencia casi por unanimidad a cambio de que impulse reformas a las que Rafa, como lo conocen, siempre fue reactivo o resistente.
Por último gana él mismo, que gambetea un combate donde solo puede salir magullado y exhausto y se marcha inaugurando el Centro de Justicia Penal de Santa Fe y, como él anuncia, por la puerta grande.
Maxi Pullaro y los ex gobernadores Bonfatti y Perotti.
Polémico, pragmático, conservador, vengativo, astuto, Gutiérrez dominó la escena pública desde que en 2000 su primo político Carlos Reutemann lo hizo llegar a ministro. No será recordado por ningún fallo brillante, pero como contrapartida se lleva el reconocimiento de buena parte del campo de los 3.991 empleados con cargos permanentes del Poder Judicial, que tienen por mucho las remuneraciones promedio más altas de la administración pública y de las que siempre él ofició como garante explícito.
Pullaro apunta a los jueces de la Corte de mayor edad y dice que si no se van los sacará por decreto
Gutiérrez es guapo al estilo Larry Holmes, esos boxeadores que no rehúyen el combate y retroceden golpeando. Cuando Pullaro dijo que había llegado su hora, con esas palabras, le respondió en forma pública: “Me voy a ir cuando yo quiera”. Ante el planteo del gobernador impulsando una auditoría dijo. “No entiende la división de poderes. Tiene que leer la Constitución. Quiere poner amigos en la Corte”.
Pero Pullaro, que es boxeador aficionado en serio, amplió la Corte, hizo entrar a Jorge Baclini, Margarita Zabalza, Rubén Weder y con el único de los cortesanos anteriores que perdurará, Daniel Erbetta, se garantizó una orientación política que dejó al sector del Rafa arrinconado en las refriegas por poder real. El golpe de gracia fue hace un mes cuando se fue el secretario de Gobierno de la Corte Eduardo Bordas que es un actor decisivo en el manejo del presupuesto -una caja que en 2026 tendrá disponibles 387.946 millones de pesos- y del personal del Poder Judicial y un aliado estructural de Gutiérrez.
Cada año que en Santa Fe se discute al presidente de la Corte el asunto parece una interna de palacio que solo importa a un grupo de personas que caben en un monoambiente. Pero durante muchos años el manejo desde la presidencia impidió, para dirigentes políticos y jurídicos muy diversos, la modernización del Poder Judicial. El ministro Daniel Erbetta es uno de los que rivaliza por sus cosmovisiones con Gutiérrez. Pero le dijo a LPO que analizaron como desfavorable institucionalmente que su par, que tenía la mayoría votándose él mismo, ganara la conducción por 4 a 3.
A cambio negoció una propuesta explicitada donde Gutiérrez toma el compromiso de avalar desde la presidencia una agenda de trabajo de varios puntos. Uno es que la presidencia rote desde el año próximo no con un criterio territorial (una vez un ministro de Santa Fe y otra uno de Rosario) sino individual de todos los miembros. Otro es un organigrama donde se descentralizan las áreas de gobierno que manejó Bordas durante treinta años como una superagencia. También la renovación tecnológica de la institución con la llamada plataforma Alberdi, un sistema informático que se toma de la provincia de Tucumán y es sin costo para la provincia.
El juez Daniel Erbetta, el único integrante de la vieja Corte que queda en el tribunal.
Otro punto es el impulso de la oralidad efectiva para los procesos judiciales en los fueros laboral y civil. Asimismo, la contratación de desarrolladores propios en materia informática, la contratación de personal especializado para equipos interdisciplinarios en materia de violencia doméstica, de género y familiar. Finalmente relaciones con el Poder Ejecutivo regulares y que suavicen la conflictividad, y lo mismo con el Ministerio Público de la Acusación donde se encuentra el cuerpo de fiscales que la Constitución reformada este año desvinculó de la Justicia y transformó en un Poder autónomo y autárquico.
“Me pasé muchos años discutiendo de frente con Gutiérrez por tener miradas muchas veces antagónicas de la gestión judicial. Pero él tomó un compromiso para esta gestión que avanza en una agenda de cambios muy significativos. Y así como menciono las diferencias puedo decir que no tengo dudas de que lo va a cumplir”, le dijo Erbetta a LPO.
Si lo terminaron votando fue por una razón práctica. Gutiérrez se había asegurado la presidencia con los votos de los salientes Eduardo Spuler y Falistocco y el de Rubén Weder. Que la puja terminara 4 a 3 iba a generar todo un año de rispideces que son superables, piensa Erbetta, con otorgarle un aval más holgado a cambio de la garantía de las transformaciones que Gutiérrez aseguró va a impulsar.
El único que no acompañó fue Jorge Baclini, que es ministro desde este año, y que viene con una historia de fricciones con Gutiérrez. Baclini que tiene carrera judicial fue fiscal general de la provincia y al terminar su mandato de seis años Gutiérrez complicó su retorno al campo de la magistratura que tenía asegurado por normativa interna un lugar de camarista. Sus miradas ideológicas sobre el proceso penal son opuestas. Baclini, un defensor de los procesos acusatorios contra un Gutiérrez que votó en contra de la constitucionalidad del sistema que introdujo en 2014 el juicio oral y público en Santa Fe.
Una capacidad política que no es para menospreciar hace que Rafa tenga el 1º de noviembre próximo la despedida que buscaba tras 50 años en la Justicia. Pullaro, que le anunció que su ciclo estaba cumplido y lo sacaría por decreto si resistía, cumplido su cometido le termina rindiendo honores en las redes sociales. Y hasta sus colegas más distantes de la Corte se permiten incluso, quién podría decirlo, alguna muestra de melancolía.
El juez Jorge Bacilini, el único que votó en contra de la reelección de Gutiérrez como presidente de la Corte.
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