No estoy seguro que fuera miedo.
Después de tanto buscar estaba frente a él.
La sensación era extraña, no temía por mí, solo que no deseaba darme cuenta lo que en realidad sucedía.
Tampoco acertaba con eso de quien mal anda, mal acaba, porque era lo único que en esos momentos daba vueltas por mi cabeza.
La vida vale la pena cuando al menos uno, en su existir, genera un suceso, en otro proceder, para formar parte de los recuerdos de la eternidad.
Algo verdaderamente ambicioso, sino somos una parte; de la elite de los dioses.
Cuando analizo los cómo, descubro que de manera sistemática los hechos se encolumnaban para dejarme de pie en el lugar exacto donde me encuentro ahora.
No reniego de mi comportamiento, regaño no haberme dado cuenta para sentirme a la altura de las circunstancias.
Las acusaciones carecen de fundamento cuando anteponemos opiniones que se forman a través de nuestro propio juicio.
Quien pretende empatía, solo debe dirigirse a sus semejantes remarcando sus aciertos, pero nunca sus defectos.
Aquello que desnuda nuestra carencia es la evidencia en donde radica la debilidad y mostrarnos frágiles no es la esencia de la naturaleza humana.
Cuando asumí que perdería la libertad muchas cosas acudieron a mi razón, pero el mayor desconcierto fue la tristeza que ocasionaría a mis afectos.
Somos responsables por nuestro proceder, pero sobre los hechos fortuitos, debemos responsabilizar al azar, porque solo un instante antes o después puede ser el punto de partida para cambiar toda una vida.
De saber los resultados, seguramente el asunto sería distinto.
Evitar que nos amen no es cuestión sobre la que podamos interceder. Como tampoco es posible permanecer exento al engaño.
Sufrimos en silencio, y en la perturbación de esa comodidad permanecemos.
Lo curioso de esta inquietud es que pasamos de un estadio a otro en la búsqueda constante de aquello que demuestra que estamos vivos y provocamos encuentros aún sin proponérnoslo.
Al comprender de que se trata empezamos a vencer los temores.
Desconocer nos hace vulnerables, la ignorancia de la otra realidad es aquello que pone freno a toda relación.
En el día del careo, el escribiente, mientras intentaba concentrarse, disimuladamente miraba mis uñas pintadas, sin sospechar siquiera que era mi talismán contra la clarividencia.
Es la protección que poseo para evitar que hurguen en la intimidad. Seguramente el día que las despinte, alguien compartirá mis secretos más sórdidos.
Ahora soy un reo, pero mi naturaleza no responde a esa circunstancia. Me revelo contra toda la situación y esto crea un conflicto interior que me eleva a demostraciones que no consideraba habitaban en mí.
El aspecto que reflejo hace que los demás encuentren seguridad en mis propuestas. He vuelto a dormir con una tranquilidad absoluta. Mis sueños carecen de imágenes, pero despierto con la certeza de que se cómo debo proceder en el día a día.
Los escrúpulos se han esfumados y mi circulo mediato de amigos comparten esta seguridad.
Hoy desperté con un sabor raro en la boca.
Se acerca el momento que podré volver a insértame en la sociedad, pero los sentimientos parecen desbordados, creo haber descubierto el verdadero sentido de lo que pretendo para mí.
Soy el gurú.
La única contradicción inteligente a los horrores de la historia es resistir con la risa.
Elegimos como proceder, aunque en contadas ocasiones no digiramos argumentos que nos resulten válidos.
Luis Arturo de Santa Fe.