Unión fue más con diez que con once, aunque reincidió en sus viejos errores
El equipo santafesino mostró mayor orden e iniciativa en el complemento, cuando jugó con un jugador menos, que en la etapa inicial con todos los hombres en cancha. A pesar del empuje y la actitud, volvió a exhibir las falencias que marcaron su desempeño durante todo el semestre: escasa generación de juego, nula sorpresa y una ofensiva endeble. El aliento de los hinchas tatengues en el Mineirao, aunque no había nada en juego, fue uno de los puntos altos de una noche sin emociones.
Desde Belo Horizonte, Brasil –
El cierre de la participación de Unión en la Copa Sudamericana tenía gusto a trámite, pero también era una oportunidad para defender el honor y evitar el último puesto en el grupo. Al mismo tiempo, representaba una chance más para Leonardo Madelón de sacar conclusiones con la mira puesta en un segundo semestre que asoma complicado, especialmente por las debilidades que el equipo exhibió a lo largo del año.
Frente a un Cruzeiro que tampoco se jugaba demasiado, el conjunto rojiblanco disputó un encuentro de escaso vuelo futbolístico, que tuvo su punto de inflexión cuando Fascendini fue expulsado a los 40 minutos del primer tiempo. A partir de ahí, paradójicamente, el equipo reaccionó: mostró mayor firmeza, orden táctico y actitud con uno menos, que en buena parte del partido jugado en igualdad numérica.
En el inicio, el dominio fue completamente del conjunto brasileño, que se paró bien arriba y obligó a Unión a retroceder y cerrar espacios en su propio campo. Con los mediocampistas en perfiles invertidos —Del Blanco por derecha y Fragapane por izquierda—, y con Pittón y Ham como ejes en la zona central, el equipo argentino apenas podía sostenerse a base de orden. Verde, en una posición flotante, intentaba encontrar grietas en la línea de volantes que armó el técnico de Cruzeiro, Jardim, con Alves y Walace.
Recién después del minuto 15, el equipo santafesino logró una aproximación con cierto peligro: un centro de Vargas que encontró a Gamba en el área, pero cuyo cabezazo careció de dirección. Con mejor técnica y manejo, Cruzeiro mantuvo la iniciativa, aunque sin profundidad ni situaciones claras. La monotonía se adueñó del juego: los arqueros —Leo de Aragao por el lado brasileño y Tagliamonte por Unión— eran meros espectadores de un partido que se diluía en la intrascendencia.
Todo cambió cuando Fascendini, que hasta allí cumplía una correcta actuación, cometió una imprudencia: fue con los pies en plancha a disputar una pelota y, tras la revisión del VAR, recibió la tarjeta roja. Madelón reacomodó las piezas: Corvalán pasó a la zaga, Del Blanco bajó al lateral izquierdo y Verde se tiró a la derecha. El equipo se reordenó con un 4-4-1 de cara al cierre del primer tiempo, que terminó con un Cruzeiro más ambicioso, pero incapaz de generar peligro real.
La segunda mitad arrancó con un cambio: Mauricio Martínez ingresó por Verde y se sumó al doble cinco con Mauro Pittón, desplazando a Ham a la banda derecha. En ofensiva, Gamba seguía siendo el único punta, cada vez más aislado y con escaso contacto con el balón.
¿La propuesta? Apostar a pelotazos largos hacia Gamba, aún sabiendo que sus chances de imponerse eran mínimas. La inferioridad numérica, la distancia con el resto del equipo y la diferencia física frente a los defensores rivales hacían que ese recurso fuese poco productivo.
A pesar de todo, Unión fue encontrando espacios y animándose a atacar. A los 15 minutos, Del Blanco desbordó por izquierda y envió un centro que Martínez no logró conectar. Esa jugada encendió una chispa: el equipo empezó a soltarse y a mostrar otra actitud, con más decisión y mejor manejo, especialmente a partir del ritmo que le imprimió Mauricio Martínez en el mediocampo.
Por el sector izquierdo, Del Blanco ofrecía una opción constante. Aunque seguía faltando profundidad y peso en los últimos metros, el equipo se mostraba más suelto, más confiado. Incluso, con uno menos, comenzó a equilibrar el trámite del encuentro.
Madelón esperó hasta los últimos 12 minutos para realizar el segundo cambio: ingresó Julián Palacios por Fragapane, agotado físicamente y sin energía para colaborar ni en ataque ni en defensa. El DT mantuvo la prudencia, buscando sostener el equilibrio y aprovechar alguna contra. Sobre el cierre, Colazo reemplazó a Gamba, que hizo un desgaste importante jugando en soledad, peleando cada pelota y buscando espacios donde casi no los había.
En los minutos finales, Unión fue el que más insinuó. Con decisión, empuje y algo de claridad, intentó generar peligro, aunque nuevamente falló en la resolución. Lo de Cruzeiro fue todavía más pobre: sus cambios no surtieron efecto y nunca encontró el camino para desnivelar, ni siquiera con superioridad numérica.
El partido terminó 0 a 0, resultado que reflejó la falta de profundidad de ambos equipos. Pero en el balance, Unión mostró actitud, temple y un orden que, si bien no disimuló sus carencias, al menos dejó una imagen más digna que en otras presentaciones. Irónicamente, lo mejor del equipo se vio cuando jugó con uno menos. Sin embargo, persisten los mismos males: escasa creatividad, lentitud en la gestación, nula contundencia en el área rival.
En un estadio imponente como el Mineirao y con un digno marco de hinchas tatengues acompañando pese a que no había objetivos en juego, el equipo cerró su participación en la Copa dejando la sensación de que pudo haber dado más. Madelón tendrá ahora el desafío de reconstruir desde lo anímico y lo táctico un plantel que terminó el semestre con más sombras que luces.