En el marco del Día del Empleado Municipal, la Municipalidad reconoce su trayectoria, un referente indiscutido del Teatro Municipal 1° de Mayo, quien dedicó 43 años de su vida a los escenarios, las luces, el sonido y la magia detrás de las cortinas. Jefe técnico de escenomontaje, es el responsable de que cada función comience a tiempo y sea un éxito rotundo. A punto de jubilarse, compartió su vida consagrada al arte escénico.
Se levanta el telón, se encienden las luces, comienza a sonar la música y salen a escena los artistas. Así arranca una función en el Teatro Municipal 1° de Mayo. Pero alguien sube una perilla, aprieta un botón y levanta el pulgar para que comience el espectáculo. Ese misterioso “alguien” es Oscar Peiteado, que lleva 43 años de su vida dedicados a esa tarea. Es jefe técnico de escenomontaje, tiene a cargo un equipo al cual les transmitió sus conocimientos y experiencias; y en el Día del Empleado Municipal, compartió su historia y pasión por lo que hace desde los 22 años.
Su historia es un testimonio de vocación y arraigo. A pesar de tener la posibilidad de seguir otros caminos –su padre fue un reconocido juez de la ciudad de Santa Fe–, Oscar eligió quedarse en su ciudad y volcar su pasión por el arte al servicio público. “Podría haber sido médico o abogado, pero elegí ser municipal y estar en el teatro. Toda mi vida transcurrió acá y no lo cambio por nada”, confiesa.

La función de Oscar es crucial: la coordinación de los espectáculos recae sobre sus hombros. “Si yo no doy la orden de que empiece el espectáculo, no empieza”, explica. Su equipo, compuesto por técnicos de sonido, iluminación y maquinaria, trabaja de forma sincronizada para dar vida a las obras. Juntos, materializan la visión de cada una, desde ballets que requieren complejas estructuras hasta imponentes óperas. La puntualidad es su sello personal y una ley que cumple a rajatabla: “A mí me dicen que a las 21 comienza y tiene que ser a las 21”.
Su vasta experiencia trasciende las fronteras de Santa Fe. Trabajó en el Teatro Colón de Buenos Aires, donde fue becado en tres ocasiones para el armado de óperas, y hasta participó en montajes en La Scala de Milán y Chile. “Trabajé con mucha gente, me contrataban por el trabajo y la experiencia, y luego todo ese conocimiento lo volqué a lo municipal”, relató.
Testigo de la historia y la evolución técnica
En sus más de cuatro décadas, Oscar vio pasar por el escenario del Teatro Municipal a figuras de la talla de Julio Bocca, Mercedes Sosa, Estela Raval y los 5 Latinos, Moria Casán y Darío Grandinetti, y solo para mencionar algunas de las que en ese momento le vinieron a la cabeza. También fue testigo de la evolución tecnológica del teatro, que, a pesar de sus 120 años de historia, se actualiza permanentemente con iluminación led y pantallas, siempre procurando mantener su esencia original.
Entre sus desafíos más grandes, recuerda el montaje de “El diluvio que viene” en los años 90, con 22.000 kilos de escenografía, que si hoy se ven imágenes de ese espectáculo era exponencial para la época. También destaca producciones locales emblemáticas como “El Espíritu Traidor” y “Luisa Fernanda”, que fueron armadas íntegramente en la ciudad con el equipo municipal y tuvieron más de 40 artistas en escena y una ensamblaje para destacar.

La experiencia adquirida hace que hoy los técnicos de los distintos espectáculos que eligen el escenario del Teatro Municipal 1° de Mayo se apoyen en Oscar para salir a escena. “Cuando va a venir una obra, se comunican conmigo 15 o 20 días antes y con mi equipo vamos trabajando, según los requerimientos del productor y los técnicos para tener, el día del espectáculo, todo listo. Muchos ya me conocen y directamente me dicen que yo haga todo”, relató con orgullo.
Reliquias que desafían al tiempo
En la “capilla” del teatro que hoy funciona como un “depósito” hay dos pianos que usaron músicos como Bruno Gelber y Mariano Mores. Son de cola larga de la marca alemana Bösendorfer. El más nuevo, lo compró el gobierno militar en 1979, y solo hay tres en el país. “Estos pianos los hizo comprar Bruno Gelber, un pianista que era furor en ese momento. Después lo usaron muchos músicos. El otro piano tiene más de 80 años”, contó mientras levantaba los paños que los cubren y protegen del paso del tiempo.
En la época dorada del teatro, a la “capilla” llegaban los camiones con maderas de todo tipo y rollos de telas para montar las escenografías que siempre se arman en el espacio escénico que es el escenario. El espacio escénico del Municipal tiene 11 metros de boca por 14 de fondo, y la altura es de 20 metros porque antes los trastos que se usaban en las escenografías eran altísimos.
Detrás de la capilla hay un taller de carpintería en donde hoy se hacen cosas puntuales, arreglos menores. Las máquinas se usan para hacer mantenimiento del teatro, trabajos de carpintería, y ya no creen que vengan espectáculos con armados grandes, inclusive el foso ya no se destapa, salvo que se necesite, pero por cuestiones de seguridad queda cerrado. El avance de la tecnología hace que ya no se vea sobre el escenario tanto montaje.

Una vida en el teatro que “no cambio por nada”
Oscar Peiteado está a punto de jubilarse, un momento agridulce tras 43 años en el mismo lugar. “Siempre estuve en el teatro. No trabajé en otro lado. No sé si es el arte o qué, pero me atrapó, pero es momento de descansar y disfrutar. Tengo nietos, que ya son grandes, pero los quiero disfrutar un poco más”, expresó.
Su legado es el de un profesional que amó su trabajo y transmitió su pasión, compromiso y dedicación. “La satisfacción que te da ver que todo sale bien, eso es impagable, yo estoy enamorado del laburo que hago”, concluye; y ya está listo para comenzar un nuevo capítulo y disfrutar de su familia, pero con el recuerdo imborrable de una vida dedicada al arte y a la función pública en el Teatro Municipal 1° de Mayo.