La bicicleta Diez y Seis

Tal vez, el malhumor sea el resultado de sentirnos disconformes con nuestra manera de encarar la vida. Por Luis Arturo Lomello.

 

Un neumático desinflado, consecuencia de alguna espina, bastó para que lo que en principio comenzó siendo un placentero paseo en bici se convirtiese en un malestar inexplicable por ver modificado el plan de disfrutar la hermosa mañana otoñal…

Tal vez, el malhumor sea el resultado de sentirnos disconformes con nuestra manera de encarar la vida.

Cuando observamos lo que ocurre alrededor, solo quedamos rumiando cuestiones que determinan un estado de serenidad.

Sopesamos que la existencia ajena puede ser mejor que la que nos tocó, argumentando una suerte que creemos carecer.

Pero resulta una mirada sórdida con respecto a cómo encaramos sobrevivir.

La mayoría de las comparaciones son desfavorables en la condición que nos paramos frente a la realidad.

No es posible ser feliz con la panza vacía. Y estoy de acuerdo.

 

¿Qué puede importar el ejemplo de una parábola si me hacen ruido las tripas?

 

Soy un convencido que para exponer sobre aquello que comparto primero debo estar en idénticas circunstancias, experimentando lo que ocurre con los demás.

Es fácil, decir: me gusta el invierno, si tengo en suerte una situación que permite abrigarme y habitar un lugar calefaccionado.

Pero claro, en secreto, vivo una historia, que pese a manifestarme disconforme, no me arriesgaría a cambiarla.

Emprendemos intentos osados, pero descreo de aquellos que sin mayores sobresaltos probarían sustituir la posición cómoda en la que están plantados.

Valoramos lo que no tenemos y no dimensionamos lo afortunados que somos. Es la demostración de nuestra extravagancia.

La apariencia indica que sobre esa privación debemos actuar para encontrar la satisfacción de lo que en gracia nos provoca bienestar.

Nadie elige dónde nacer.

Tampoco quéenes serán sus progenitores ni su descendencia.

Ese misterio, que será parte de mi ser, arrastrará grandes etapas del camino.

El lugar por donde prefiero transitar, más allá de la variabilidad de las circunstancias.

Lo fortuito es relativo, en ocasiones termina resultando un deseo sobre el cual trabajamos algún tiempo para concretarlo.

Posibilitamos desarrollar una idea y edificar a mediano plazo una ilusión. No hay mucho mérito del azar en esta ocurrencia.

Cuando constituimos una familia logramos realizar un aspecto para el cual fuimos concebidos. Sobre ella nos afanamos para disimular los errores que nos dejó el resentimiento de cómo hemos sido educados.

Podemos insinuar que las infancias son violentas sino entendemos que la madurez llega cuando empezamos a comprender el mecanismo de perdurar.

El constante avance hacia la decadencia perturba, e inconscientemente a eso enfrentamos los prejuicios.

Conseguimos debilitarnos y aun así seguimos intentando aferrarnos a lo que nos tiene atados a una evidencia velozmente pasajera, llena de sobresaltos que se manifiestan en contra.

La propia impotencia de sabernos vulnerables y fácilmente susceptibles.

Justificamos los actos inducidos que al final un manto de misericordia nos absolverá de toda disconformidad y seremos mansos, no por convencimiento sino por estar sometidos a lo trágico que se vuelve subsistir.

Eso es lo que ocultan esos arrebatos impulsivos, resistirnos a la incapacidad de no poder revelarnos contra lo inevitable.

La historia se repite, una y otra vez, varían los personajes, pero el padrón es el mismo, la lucha del ser humano intentando prolongar la agonía de existir.

 

Luis Arturo Lomello

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