Unión sufre una preocupante falta de gol
El equipo santafesino fue superior a Mushuc Runa y generó numerosas oportunidades de gol, pero falló sistemáticamente en la definición. Se retiró del campo entre silbidos y abucheos de su gente.
La falta de efectividad volvió a condenar a Unión. Tal como había advertido Leonardo Madelón tras el partido contra Palestino —cuando aseguró que su equipo necesita “crear siete u ocho situaciones para hacer un gol”—, esa falencia se repitió ante Mushuc Runa. El equipo tatengue fue protagonista y dominó durante buena parte del encuentro, especialmente en la primera etapa, pero la falta de precisión en los últimos metros lo llevó a recibir un castigo quizás injusto, aunque inevitable: terminó perdiendo por la mínima.
Es un viejo axioma del fútbol: los goles que se desperdician en un área suelen lamentarse en la propia. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. El equipo ecuatoriano salió a disputar el partido de igual a igual, lo que generó espacios para que los volantes de Unión tomaran protagonismo y generaran situaciones claras. Sin embargo, los errores en la definición fueron reiterados y desconcertantes.
Lo más llamativo es que el arquero visitante, Formento, no fue figura. Apenas debió intervenir un par de veces con esfuerzo moderado. La mayoría de las oportunidades generadas por Unión terminaron fuera del arco. Nicolás Colazo, por ejemplo, desperdició dos chances inmejorables dentro del área, sin marca y con todo a favor. También Lucas Gamba falló en sus intentos. Esa falta de contundencia no sólo le permitió respirar a Mushuc Runa, sino que le dio la chance de golpear en el momento justo.
Y así fue: cerca del final del primer tiempo, Orejuela desbordó por la derecha dentro del área y envió un centro rasante que encontró bien ubicado a Caicedo, quien solo tuvo que empujar la pelota al fondo del arco. El gol, aunque inmerecido en términos de trámite, le dio a los visitantes una ventaja impensada y profundizó el malestar de la parcialidad local, que explotó en silbidos al concluir la primera etapa.
Consciente de la necesidad de renovar energías y buscar variantes ofensivas, Madelón movió el banco en el entretiempo. Ingresó Tiago Banega por un apagado Fragapane —uno de los regresos que más expectativas había generado y que aún no logra cumplirlas—, en busca de más dinamismo y remates de media distancia.
El gran déficit de Unión se mantuvo en los últimos quince metros del campo. Por derecha, sin embargo, se vieron las mejores asociaciones del equipo: Lautaro Vargas, el jugador más destacado en el primer tiempo, se entendió bien con Del Blanco, quien se mantuvo firme sobre ese costado en ambas etapas del encuentro.
En el comienzo del segundo tiempo, Unión cedió protagonismo y permitió que Mushuc Runa emparejara el juego. Aunque la intención ofensiva siempre estuvo en el plan ecuatoriano, les costó concretarla durante los primeros 45 minutos, donde el dominio fue ampliamente rojiblanco, pero sin recompensa en el marcador.
A partir del minuto 10 del complemento, Unión volvió a tomar la iniciativa. Banega probó desde fuera del área y obligó a una buena intervención de Formento junto al palo derecho. Luego, Vargas habilitó a Colazo con un pase largo preciso, pero el delantero volvió a fallar con un remate débil, directo a las manos del arquero.
Pasados los 25 minutos, Madelón reemplazó a Colazo por Diego Díaz. El delantero salió entre una mezcla de aplausos y silbidos: reconocimiento por el esfuerzo, pero crítica por la falta de eficacia que aqueja a todo el ataque rojiblanco. Con el correr de los minutos, la desesperación fue en aumento. El dominio territorial y la voluntad eran evidentes, pero el equipo se desdibujaba al llegar al área rival.
El entrenador redobló la apuesta: sacó a Paz y sumó a Estigarribia, quedando con tres defensores y tres atacantes netos. Sin embargo, ni el empuje de Del Blanco y Vargas —los puntos más altos del equipo— ni la voluntad general lograban quebrar la resistencia visitante.
En un último intento por revertir el marcador, Madelón hizo ingresar a Lavezzi (bajo la mirada de su padre, presente en el estadio) y Gerometta por Gamba —otro que se fue aplaudido por su entrega— y Vargas. Pero nada cambió. Unión siguió chocando contra su propia ineficacia.
El pitazo final desató el enojo generalizado de los hinchas, que despidieron al equipo entre silbidos. Otro duro revés para un conjunto que ya había dejado una imagen pobre en la Liga Profesional. La falta de jerarquía ofensiva es evidente, y tanto el cuerpo técnico como la dirigencia deberán asumir responsabilidades por un ciclo que no logra encontrar rumbo.